Desde que pisé el colegio, una de las actividades más esperadas para mí eran las olimpiadas. Mientras transcurrían los años e iba creciendo se volvían más importantes para mí.
Cuando llegué a secundaria y vi a los capitanes de mi color me puse como meta ser como uno de ellos, de esa forma ayudaría a mi equipo a ganar cuando esté en quinto.
Ser capitana es un trabajo muy importante, ya que no es simplemente tomar nota de los participantes y hacerlos competir, sino motivarlos para dejar todo en la cancha en cada una de las diferentes competencias.
Saber que todo un equipo te la da confianza de llevarlos al triunfo y lograrlo es una de las mejores cosas que me ha podido pasar y me ha traído muchas satisfacciones.
Cuando presentaron por primera vez a los 20 capitanes, no vi a ninguno como rival sino como mis hermanos de promoción, ya que todos nos apoyamos mutuamente y compartimos nuestros triunfos.
El color amarillo este año se unió (capitanes, alumnos y profesores) para demostrar de lo que somos capaces y levantar la copa después de cinco años.
La participación de los coordinadores de mi color fue muy importante, ya que siempre buscaron mantener el grupo unido, sin su apoyo no hubiéramos podido lograr el objetivo.
Al ser este mi último año como estudiante, me voy contenta por haber apoyado a mi color en la obtención del campeonato. Ha sido un trabajo arduo, pero valió la pena el esfuerzo. Esta experiencia me ha permitido fraternizar mucho más con mis amigos y también ganar nuevas amistades. Estoy segura que estamos dejando un precedente importante para los estudiantes de futuras promociones.
Escrito por Gia Solf, estudiante de 5° C