Escrito por Andrea Gómez Sánchez
El martes 25 de septiembre empezaba nuestra travesía. Más de 60 alumnos y profesores de los colegios Carmelitas Miraflores, Carmelitas Barranco y José Gálvez, partíamos con todas las ganas del mundo hacia el distrito de San Pablo en Cusco para la Misión Santa Teresita 2018.
Cuando se me presentó la oportunidad de ir a la Misión Santa Teresita, no lo pensé dos veces y acepté. Esa decisión cambió mi forma de ver las cosas, pues pudimos ver diferentes estilos de vida, conocer gente nueva y ayudar a quienes más lo necesitan; sobre todo, pudimos llevar sonrisas y momentos de alegría a nuestros hermanos en San Pablo.
Fueron 10 días llenos de trabajo, esfuerzo y sacrificio, pero a la vez llenos de sonrisas, momentos inolvidables y mucho cariño. Conocer e interactuar con niños, jóvenes y ancianos con los que trabajamos fue la mejor parte. Tuvimos intercambios de conocimientos y experiencias, juegos, actividades recreativas, partidos de fútbol y vóley, intercambios culturales y mucho más. Fuimos recibidos muy cariñosamente, los pobladores eran personas muy consideradas y atentas, cuya disposición para con nosotros fue magnífica e hizo que esta haya sido una experiencia inolvidable que nos ha ayudado a crecer como personas a todos los misioneros.
Como era de esperarse, tuvimos ciertas dificultades. El mal de altura, el clima, el agua fría, la convivencia con más de 50 personas y muchos otros aspectos se convirtieron en un reto que día a día asumíamos con fe en que Dios nos daría la fortaleza necesaria para continuar.
El ambiente de compañerismo y unión que se sentía, los bellos paisajes de la campiña cusqueña y la calidez de la gente fue lo que hizo esta misión tan especial.
Solo me queda agradecer a cada persona que puso de su parte para que la misión sea todo un éxito. A todos quienes entregaron una donación, por más pequeña que haya sido (víveres, útiles, mantas o ropa). A quienes apoyaron con la canchita misionera. A quienes apoyaron de cualquier otro modo y a quienes oraron por nosotros los misioneros, muchísimas gracias.
Me quedo con las palabras de una jovencita que tuvimos la oportunidad de conocer en San Pablo, su nombre era Esmeralda y al despedirnos dijo: “No nos vayan a olvidar”. Con todo lo que vivimos estoy segura de que todos los que formamos parte de la Misión Santa Teresita tenemos un lugar especial en el corazón para cada persona que pudimos conocer y ayudar en Cusco, y definitivamente nunca los olvidaremos.