Escrito por Frids Gonzales Rimachi, profesor Social Studies.
Fui a la misión con la sola idea de hacer mi trabajo. Tenía sobre la espalda una mochila, no solamente con prendas de vestir y útiles de aseo, sino con prejuicios, miedos e incertidumbres sobre la actividad y sus integrantes.
Profesores a los que no conocía y estudiantes a los que no les enseñaba fueron el primer ingrediente de una receta que comenzaba a escribirse. El clima, las responsabilidades y la convivencia siguieron en esta lista que tenía la única finalidad de preparar el alma y el cuerpo para entender con la mente y el corazón el lema: CARMELITAS EN LA MISIÓN, PROFETAS EN ACCIÓN.
Soy un convencido de que Dios arremete cuando menos lo esperas, cuando perdiste la esperanza, cuando te viste vencido, cuando te sientes solo pero, sobre todo, cuando es el momento. “Oración, Fraternidad y Servicio” son palabras que escuchamos a diario en nuestro centro de labores y vaya que en la misión las hemos vivido.
Oración diaria, de corazón, oración en el trabajo, en el silencio y porque no, en el medio del bullicio y de las sonrisas de niños y ancianos. Servicio que se vio reflejado en cada uno de los jóvenes que dejaron las comodidades del hogar para darse por completo al otro.
La misión es el culmen de los años de formación de nuestros estudiantes en tanto a sus valores humanos y cristianos; pero para nosotros los docentes es la puerta a elegir si queremos ser verdaderos carmelitas, comprometidos con el carisma de la institución que nos acogió.
La misión es la receta perfecta para formar personas sensibles a la realidad y agentes del cambio. Me faltarían hojas para describir la inmensidad y la profundidad de esta experiencia. Soy fiel testigo del despliegue realizado con un fin superior, un fin nada egoísta que, por el contrario, se dona sin medida y que tiene como instrumento a quienes menos lo merecemos.
Sólo me queda agradecer por la oportunidad que recibí de ser parte de una experiencia que actuó positivamente sobre mi espíritu y mi vocación.